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febrero 2013 | 01
Publicación sobre arte, diseño y educación
ISSN 2255-4564
Las joyas de la Castafiore
Cincuenta años. 1963 · 2013

Hergé, Les Bijoux de la Castafiore “Las joyas de la Castafiore” fue una de las últimas aventuras de la serie. Comenzó a publicarse en la revista Tintín en julio 1961 en 62 episodios, a razón de uno por semana, hasta septiembre de 1962. A su conclusión, la editorial Casterman publicó la historia en forma de álbum en 1963, sin cambios apreciables, en el mercado franco belga. Un año después Juventud lo editó en lengua castellana.

Con esta historia Hergé quería hacer algo completamente nuevo, muy distinto de lo que había hecho con su libro anterior “Tintin en el Tibet”. Quería en realidad “contar una historia en la que no pasaba nada” en la que no hubiera un acontecimiento excepcional sobre el que girase la historia. En cierto modo quería simplemente ver si era capaz de mantener al lector en suspense hasta la última página con una trama completamente ajena a la narración de aventuras, sin que se produjera nada relevante. Junto con “Tintín en el Tibet” son las dos únicas obras de la serie en las que no aparece un arma de fuego. En un principio Hergé quiso titular esta aventura Ciel ! Mes bijoux !, pero el editor consideró que era menos adecuado comercialmente que el título que finalmente tuvo.

El mismo Hergé explicaba como esta historia había nacido con un planteamiento distinto: “Tuve el malicioso placer de confundir al lector, de mantenerle en la incógnita, privándome de la panoplia tradicional de los comics: no hay malos, no hay verdadero suspense y no hay aventura en el propio sentido del término… Una vaga intriga policial, cuya clave la da una urraca. Por otra parte, cualquier otra cosa hubiera sido buena: ¡no tenía importancia! Yo quería divertirme en compañía del lector durante sesenta y dos semanas; aguijonearle con falsas pistas, suscitar su interés pos cosas que no valían la pena, por lo menos a los ojos de un aficionado a las aventuras palpitantes”.1

Hay en el libro algunos aspectos autobiográficos que guardan relación con ese período en la vida de Hergé. Tras la ruptura de su matrimonio, se había mudado con su nueva compañera Fanny a una casa nueva en Ceroux-Mousty fuera de Bruselas buscando un ambiente más tranquilo. En cierta medida, Haddock que se refugia en Moulinsart tras una vida de peripecias como marino, se convierte en alter ego de Hergé y en el verdadero protagonista de la historia. Tintin no es más que un personaje secundario que asiste de manera marginal a una historia en la que apenas tiene parte. Hergé confesaba que la constante presencia del castillo de Moulinsart en la historia era una proyección inconsciente de su aspiración al reposo.

No deja de ser significativo que “Las joyas de la Castafiore” fuera adaptada al teatro hace años.2 En 2004 Am Stram Gram estrenó una versión teatral de la obra de Hergé que fue representada en diversas ciudades de habla francesa. No es extraño que tal cosa sucediera porque la historia se desarrolla en un espacio muy restringido que no va más allá del castillo de Moulinsart y el parque que lo rodea. Este desarrollo de la historia en un escenario limitado queda patente, como ha señalado Bjorn Wahlberg en su introducción a la edición danesa, en la propia portada del álbum en la que el propio Tintin pide silencio poco antes de que comience la representación.

Y en este sentido es una comedia sin un argumento definido; están ausentes los villanos, el delito más grave es que un fotógrafo tome unas imágenes de la Castafiore sin su permiso; el robo de las joyas no es más que un malentendido y cuando una de ellas finalmente desaparece lo es de una forma completamente fortuita.

El elemento central de la obra es el equívoco, los juegos de palabras y la confusión. Castafiore no acierta con el nombre de Haddock y le llama Koddack, Balzack o Bartock, errores con doble sentido. Y lo mismo sucede con la revista Paris Flash o el detergente Brol, juegos de palabras más o menos fáciles.

A la personalidad dcontribuye el dibujo detallado, más cuidado que en algunas obras de la década anterior, con el que Herré quiso transmitir una sensación de realismo que hiciera aún más creíble la historia. Castafiore se comporta con toda la ligereza y el capricho que se atribuye a una prima donna de carácter fuerte y gran personalidad. El único personaje de cuantos intervienen que no se cae por culpa del peldaño roto en la escalera, luciendo un vestido diferente en cada escena y tratando sin contemplaciones a todos los personajes de la obra. Tan sólo Tintin escapa a su furia.

Eugenio Vega

Notas

1. SADOUL, Numa. (1986) Conversaciones con Hergé. Barcelona: Juventud. p. 115.

2. “Tintin et les Bijoux de la Castafiore” en guido.be

Hergé, Les Bijoux de la Castafiore
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