Hacia 1904 Prokudin-Gorski había pergeñado un gran proyecto educativo para mostrar a los escolares, mediante la fotografía en color, todas las bellezas del imperio ruso, sus gentes y sus paisajes. Un proyecto para el que se necesitaba, ante todo, dinero y apoyo institucional que sólo podía obtenerse del gobierno imperial.
El procedimiento que había concebido para reproducir el color se basaba en un sistema de tres placas de cristal impresionadas mediante filtros con cada uno de los colores primarios. Para tal fin usaba una pequeña cámara manual remodelada a partir de las diseñadas por Mieth que hacía tres exposiciones del mismo motivo con cerca de un segundo de intervalo entre cada una de ellas. Utilizaba una placa de 84 u 88 milímetros de ancho y 232 milímetros de largo montada verticalmente y que se desplazaba tras cada exposición para tomar la siguiente al tiempo que cambiaba el filtro y obtener así la representación de cada color primario por separado. Aunque Prokudin-Gorski llevó a cabo un tratamiento especial para hipersensibilizar las placas Ilford que garantizaba el registro de los colores porque no dependía de las limitaciones de los pigmentos para la reproducción. Los necesarios intervalos entre las tres tomas sólo permitian fotografiar objetos que no estuvieran en movimiento. De las placas podían obtenerse copias en papel, pero tan sólo en blanco y negro.
Pero esta no era la única dificultad porque para ver las imágenes era necesario un adecuado sistema de proyección, tan complejo como el que era necesario para la cinematografía. Adoptó el que Frederic Eugene Ives había inventado para su propio procedimiento de fotografía en color, basado también en tres placas a partir de filtros. Mandó construir en Alemania un proyector con filtros romboidales que presentaba claras mejoras en la rapidez de funcionamiento y en la calidad de la imagen mediante un correcto enfoque de cada una de las tres imágenes.
Prokudin-Gorski había comenzado a tomar fotografías con la idea de poder presentar su ambicioso proyecto al Zar de Rusia y conseguir de esa forma, la ayuda institucional necesaria para llevarlo a cabo de forma definitiva. Sin el apoyo de la corona era imposible llegar a muchas partes del Imperio que estaban controladas por el ejército y donde sólo era posible el acceso con autorizaciones especiales. Por otra parte, la dimensión del territorio hacia impensable una iniciativa de esta envergadura con respaldo exclusivamente privado.
Tuvo la suerte de que el Gran Duque Mikhail Aleksandrovich fuera presidente honorario de la Sociedad Fotográfica de San Petersburgo y un verdadero aficionado, interesado en la fotografía en color. Por otra parte el Gran Duque conocía las fotografías que Prokudin-Gorski había hecho de Tolstoi en su residencia de Yasnaya Polyana en 1908 así como los trabajos que había publicado en Fotograf Liubitel lo que contribuyó a que fuera invitado a realizar una proyección privada para el Gran Duque Mikhail Aleksandrovich. Prokudin-Gorski realizó una selección de imágenes, ajenas a cualquier connotación política, centradas sobre todo en la belleza de los entornos naturales que gracias a su sistema de proyección, mostraban el color con total brillantez y en un espectacular tamaño. La excelente acogida de esta exposición le permitiría, gracias a la mediación del Conde Benckendorff, un personaje de influencia en la corte, recibir la ansiada invitación para presentar su proyecto ante el propio Zar de todas las Rusias en la corte imperial.
En el invierno de 1909 un tren especial trasladó a Prokudin-Gorski y a su equipo a la cercana Zárskoye Seló, la Villa de los Zares, unos veinte kilómetros al sur de San Petersburgo. Fueron necesarias varias horas para preparar la proyección que tendría lugar en una gran pantalla después de cenar y a la que asistiría toda la familia imperial y un selecto grupo de invitados. Las imágenes fueron elegidos con todo cuidado a fin de impresionar positivamente a los miembros de la familia real: flores, paisajes otoñales, campesinos devotos, sacerdotes y de niños que representaban el futuro de la grandeza de Rusia.
Un sistema de control remoto abrió la sesión descubriendo la pantalla; Prokudin-Gorski fue consciente de su éxito cuando en un descanso el Zar le preguntó acerca de que tenía en mente hacer con todo aquel material. Prokudin-Gorski respondió que todo aquel esfuerzo sólo tenía sentido si se le daba una finalidad educativa para “mostrar a los alumnos de todas las escuelas, la grandeza de la Sagrada Madre Rusia”. Cercana la celebración del primer centenario de la derrota de Napoleón, los niños “podrían apreciar mejor la herencia de su gloriosa patria”.
El Zar puso en contacto a Prokudin-Gorski con el ministro de Comunicaciones Rukhlov para que le facilitase el acceso a muchas zonas del Imperio así como los medios para llevar a cabo su ambiciosa iniciativa. En una segunda audiencia el monarca explicó al fotógrafo algunos temas que, según su deseo, deberían ser fotografiados: el canal Mariinsky, una vía navegable que discurría por ríos y lagos del noroeste de Rusia, uniendo el Volga con el mar Báltico; y los antiguos monumentos de los tiempos de Pedro el Grande. Nicolás II, además de apoyo financiero para atender las necesidades de la expedición, proporcionó a Prokudin-Gorski documentos que le permitían llegar a todos los rincones del Imperio y contar con el apoyo de cualquier funcionario en una misión de esa importancia. Todo fueron facilidades: dispuso de un vagón de ferrocarril, especialmente preparado, con un cuarto oscuro que permitiría revelar el material de inmediato; y pudo contar con un pequeño barco para desplazarse por el canal Mariinsky. Hacia julio de 1909 se había cubierto la primera tarea y entre agosto y septiembre fotografió la región de los Urales.
Hasta 1915 Prokudin-Gorski continuó con su recorrido por el Imperio en etapas de varias meses, interrumpidas con periodos de descanso en que discutía con el ministro Rukhlov los detalles de las nuevas expediciones.
“De una parte, mi trabajo era muy agradable. Tenía barcos, etc... que eran de gran valía para mi trabajo […] de otra, mi trabajo era muy duro porque hacía falta mucho conocimiento y experiencia, y con frecuencia, se desarrollaba bajo una gran presión. […] Lo que hacía el trabajo tan complicado era la diferente iluminación. Trabajaba desde la mañana temprano hasta el final de la tarde, tomando fotografías de sitios diferentes desde posiciones distintas. Para ello tenía que llevar el equipo de un sitio a otro [a menudo cargándolo arriba y abajo]. Trabajaba por la noche hasta tarde para ver si las imágenes quedaban bien. Si no, tenía que volverlas a hacer de nuevo. Una vez que conseguía las fotografías adecuadas, las colocaba en el álbum”.1
En 1910 fotografió la región del Volga con etapas en Ples, Kostroma y Yaroslavl. Durante el siguiente año estuvo en Borodino y otros lugares donde tuvo lugar la “Guerra Patriótica” contra la invasión napoleónica cien años antes. Estas imágenes estaban destinadas a las exposiciones conmemorativas que habrían de tener lugar en 1912. Por parecidas razones, Prokudin-Gorski se dedicó a fotografiar motivos relacionados con la ascensión en 1613 de la dinastía Romanov.
El emperador le concedió el derecho a utilizar las imágenes, salvo aquellas que pudieran tener algún valor estratégico, en su ambicioso educativo que quería difundir la imagen de Rusia entre los niños que se formaban en las escuelas. Se hicieron más de cien copias de estas transparencias para ser usadas en instituciones públicas y para su difusión entre el público en general, pero su petición de que el gobierno comprase su obra para un museo público, no prosperó.
A partir de 1911 se interesó por la cinematografía en color y siguió mostrando su sistema tanto dentro como fuera de Rusia. Ya en 1900 había obtenido un Gran Premio en la Exposición Internacional que se celebró en París y en 1913 hizo una de estas demostraciones en esa ciudad a la que asistieron masivamente expertos y público curioso. Tuvo un llamativo éxito y recibió una oferta para quedarse en París, oferta que rechazo por no querer abandonar sus actividades en Rusia y el compromiso con la corona imperial.
Con el inicio de la guerra en 1914 las cosas empezarían a cambiar. De forma voluntaria Prokudin-Gorski renunció a usar el ferrocarril que se hizo necesario para el esfuerzo bélico, pero el mayor problema es que la guerra acabó por arrinconar cualquier otra cosa en Rusia que no fuera concentrar esfuerzos y recursos para combatir a las Potencias Centrales. Prokudin-Gorski pasó a trabajar para un comité del Ministerio de la Guerra relacionado con la supervisión del material fílmico que entraba en Rusia, un trabajo que le resultaba aburrido y del que tan sólo lo libraba la novedad de hacer fotos de los aviadores en sus entrenamientos.
Los viajes quedaron finalmente interrumpidos. Los éxitos bélicos en el frente oriental europeo llegaron acompañados de grandes pérdidas que trajeron a la memoria las tragedias de la guerra ruso japonesa e incluso de Crimea. El sufrimiento del pueblo ruso contribuiría al movimiento revolucionario.
En 1917 la dinastía Romanov fue derrocada por la revolución. La colección de fotografías de Prokudin-Gorski que hasta entonces le había abierto tantas puertas, se convertiría en una pesada carga que le vinculaba al depuesto emperador. A pesar de todo, el Ministerio de Educación le envió a Noruega para gestionar la compra de equipos de proyección para las escuelas. A su regreso, la guerra civil hacía inviable cualquier iniciativa profesional, y finalmente, en 1918 abandonó Rusia a donde nunca volvería. Llevó con él su colección de transparencia prácticamente intacta, salvo algunas imágenes que las autoridades consideraron de valor estratégico, pero hubo de resignarse a dejar allí todo su equipo. Las fotografías requisadas eran aquellas que tenían menor interés para Prokudin-Gorski, la mayor parte habían sido tomadas para satisfacer las sugerencias del ministro Rukhlov y carecían de interés para el inicial proyecto educativo que tuvo siempre en mente.
Junto a parte de su familia estuvo un par de años en Noruega antes de llegar al Reino Unido. En Londrés impartiría alguna conferencia en la Royal Photographic Society y publicaría un artículo en The British Journal of Photography sobre la importancia de la fotografía en color para las escuelas y para la divulgación del conocimiento. En 1920 se casó con su asistente, Maria Federova Shchedrina con quien tendría una hija al año siguiente. Hacia 1922 viajó a Niza e intentó abrir un laboratorio con sus dos hijos gracias a los contactos con los hermanos Lumière.
Moriría en París en 1943. Tras su fallecimiento la colección de transparencias pasó a manos de sus hijos Mijail y Dimitri que había continuado la profesión paterna pero que se vieron pronto en una situación económica muy mala durante la guerra y la inmediata posguerra. En 1948 no vieron otra alternativa que aceptar la propuesta de John Marshall, el representante en París de la Rockefeller Foundation que les ofreció unos 5.000 dólares por una colección que contaba por entonces con cerca de 16.000 placas. Por este motivo el legado documental y artístico de Serguéi Mijáilovich Prokudin-Gorski terminaría en la
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos donde ahora reside.
El interés de la colección de placas de Prokudin-Gorski no está sólo en el carácter innovador de un procedimiento que, aunque conocido y utilizado por otros fotógrafos, fue notablemente mejorado en muchos aspectos técnicos. Su iniciativa es comparable en envergadura a la acometida por los fotógrafos que Albert Kahn envió para recoger en autochromes la diversidad humana del planeta. Sus imágenes reflejan la ambición de Prokudin-Gorski en las posibilidades de la fotografía para la divulgación del conocimiento. Las imágenes constituyen un conjunto documental de gran dimensión y refleja el interés de un verdadero artista por la composición y la organización del espacio que sobrepasa lo meramente testimonial.
Gracias a los modernos procedimientos digitales, las imágenes de Prokudin-Gorski pueden mostrar los colores con la intensidad que recogiera la cámara hace más de cien años; sin las alteraciones, sin el deterioro que tanto ha afectado a otras técnicas del color. Pero las espectaculares proyecciones con que el procedimiento de Prokudin-Gorski mostraba sus imágenes, han quedado para la historia.
Eugenio Vega